Y para qué se metería Quevedo en esos líos, arriba y abajo con sus intrigas políticas, y luego terminar en la cárcel, cercado por odios eternos. Lo mismo Unamuno, que querían matarlo los hunos y los hotros, y que sólo se salvó del paseíllo porque lo hizo muy cogido del brazo de doña Carmen. Pedro Antonio de Alarcón –entre cuento y cuento– hacía política con toda la mala sangre de la que era...
Literatura política
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