El guionista de Mel Gibson

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Hijo de comerciantes muy aplicados, o sea rico, a la vez cercanísimo a las exclusivas atmósferas donde explotaba el mejor romanticismo europeo, y encima con talento natural, confluía todo para que Clemens Brentano se dedicara con acierto a escribir, superada con éxito la primera prueba a la que la historia somete a los aprendices de literato, y que consiste en saber abandonar la carrera de Derecho.

Le alababan Goethe y Heine, las rentas familiares le permitían dedicarse a la literatura sin pasar estrecheces, pero sí que probó otros dramas y tragedias, que se le morían los hijos al nacer -hasta tres- y con el último se fue también, exhausta, su esposa. Circunstancias crueles para cualquiera, pero apocalípticas en el alma de un romántico, tan vulnerable siempre a la voluptuosidad de la melancolía.

Pues en vez de pegarse un tiro se acercó a conocer a una campesina de Westfalia, analfabeta, visionaria y estigmatizada, Ana Catalina Emmerich, quien nada más verle le reconoció como al esperado Peregrino, advirtiéndole que estaba destinado a servirle de evangelista, y conmocionando, imagino, al todavía escéptico romántico.

El resultado de aquella asociación entre la religiosa y el poeta es la La amarga Pasión de Cristo, el texto del que se sirvió Mel Gibson para su película, y mucho más: profecías de tiempos muy futuros y recuerdos de años pasados, que en las notas de Brentano se encontraron hasta las indicaciones que han hecho posible el hallazgo de la casa de la Virgen. Curiosidad arqueológica y a la vez la más piadosa y mariana anécdota literaria, que no hay escritor que pueda presumir de que sus letras le han llevado tan literalmente al hogar de María.

Y en fin, que el peregrino se convirtió. Que su nombre aparece en la beatificación de Ana Catalina, y que se cumple así la advertencia que ella le hizo al conocerle: que la Providencia le había elegido para trasladar al mundo nuestro el universo al que accedía la beata en sus visiones.

El guionista de Mel Gibson por Kiko Méndez-Monasteriouna figura destacada del romanticismo alemán. Puede ser eso, y sin embargo resulta difícil no admirar -de Brentano a Gibson- a cualquiera de los que han convertido su talento en huellas profundísimas de peregrino, útiles incluso a los más torpes rastreadores.

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Publicado en La Gaceta, el 15 abril 2014

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Por Kiko Méndez-Monasterio
KIKO MÉNDEZ-MONASTERIO

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